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«Escoge muchachos fuertes, sanos y de buen parecer, le dijo, que tengan una amplia cultura; jóvenes bien educados, inteligentes, despiertos, sensatos y capaces de servir en el palacio. Enséñales a estos jóvenes la lengua y la literatura de los babilonios».

Y el rey les asignó a estos jóvenes la mejor comida y el mejor vino, todo de lo que él mismo consumía, durante el periodo de entrenamiento de tres años, con la idea de hacerlos sus consejeros al graduarse.

Daniel, Ananías, Misael y Azarías fueron cuatro de los jóvenes escogidos, todos de la tribu de Judá.

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